Cuando el hombre se marcha de nuestras vidas (o cuando sentimos que se ha marchado de nuestro lado aunque aún conviva con nosotras) a las mujeres nos baja la autoestima, comenzamos a vernos feas y como poca cosa…
Pero la vida no se detiene ante estas circunstancias adversas, con nuestra pareja o sin él, con o sin su apoyo, con o sin su amor… tenemos que aprender a levantarnos del suelo y salir adelante
Tras separarnos de nuestra pareja, a nosotras las mujeres nos suele bajar la autoestima haciendo que nos sintamos feas y poca cosa. Es en momentos así, cuando nuestra autoestima se ve afectada por una mala experiencia con nuestra pareja, que debiéramos pensar en el echo de que si hemos tenido una relación, si nuestra pareja nos quiso, es porque un valor especial hemos tenido que tener. Algo había en nosotras que hizo que esa persona quisiese estar con nosotras.
Mereciste la pena
Teníamos un valor especial si nuestra pareja (aunque ahora sea un ex) nos llevó de su mano y nos presentó a sus amigos y familiares. Él estuvo presente en nuestra boda como el protagonista principal dando ese “ sí” emocionado y lleno de amor, no lo hizo pensando “¡qué fea esta mujer! No vale nada, no me merece, no está a mi nivel”.
Debemos estar seguras que lo merecíamos, que en aquel momento éramos todo lo que él quería para su vida, estoy segura también que lo seguimos siendo, sino ¿cómo se explican algunas mujeres que él no se marche de la casa o que regrese a pretender ocupar un lugar en nuestra vida?
Lamentablemente tanto el hombre como la mujer cambiamos mucho, muchas veces nos dejamos cegar por una nueva aventura o por nuevas emociones sin medir las consecuencias de nuestros actos. Igualmente, es lamentable que la parte ofendida no se ponga límites para “luchar” o para sufrir, llorar y lamentarse por lo que fue y por lo que ya no es.
Las mujeres tendemos a vivir y revivir el dolor que se nos ha provocado o está provocando. Nos duele lo que se nos hizo y lo que se nos hace, nos duele el desprecio. Mucho se ha dicho acerca de que no hay mujeres feas sino mal arregladas, o descuidadas, sumidas en un letargo del eco de palabras hirientes, letargo del que debemos salir en busca de nuevos horizontes. No debemos olvidar que las únicas capaces de arrancarle la luz al sol para hacernos resplandecientes, somos nosotras mismas quienes tenemos en nuestro poder el decidir si dejamos atrás los pensamientos por aquel que se marchó y nos abandonó.
No siempre se nos abandona físicamente, a veces nuestra pareja está a nuestro lado pero nos sentimos igualmente abandonadas, solas y despreciadas… porque nos negamos a nosotras mismas el derecho de volver a vivir, pero no vivir de nuevo una y otra vez “el dolor”, porque pienso que recordar es volver a vivir, pero a esto también le aplican los malos recuerdos, esos de los que debemos superar.
Dios no nos hizo para ser o sentirnos fracasadas, después de todo, cada buen o mal acontecimiento que nos toca nos deja huella, nos deja una lección. Debemos sacar lo positivo de cada tropiezo, si en un momento se nos dijo palabras hirientes, debemos demostrar que son palabras equivocadas, hacer lo contrario de lo que se nos dijo, demostrar que aun cuando se nos dijo que no valíamos para algo, sí lo valemos, y más. No es una tarea fácil, pero tampoco imposible.
Tú vales mucho
Es necesario que constantemente recordemos lo mucho que valemos, todo lo que somos y de lo que somos capaces. No seamos egoístas con nosotras mismas y seamos solidarias con nuestro propio “yo”. Digámonos a nosotras mismas, una y otra vez, tantas veces como nos sea necesario, lo mucho que valemos. Disfrutemos de lo que tenemos y no nos lamentemos por lo que no tenemos. Cada cual es única e irrepetible, ninguna se puede comparar a otra porque cada una tiene algo que la hace especial y diferente, su propio sol y luz. Después de todo, si antes de que llegara ese ser a nuestra vida éramos felices, ¿por qué no podríamos serlo ahora?
Recuperamos la chispa de alegría que una vez brilló en nuestros ojos. Y si bien nos dejaron huellas, hagamos que esas huellas se conviertan en huellas de crecimiento y aprendizaje, experiencias que nos nutren y ayudan a levantarnos antes de caer.
No olvidemos que la felicidad de quienes nos aman depende de nuestra propia felicidad, y viceversa. Buscamos la felicidad de nuestros hijos para que nosotras también seamos felices. Los hijos cada día que amanecen nos provocan una nueva ilusión, renovemos los deseos de vivir, de sonreír, de disfrutar de las maravillas del mundo, maravillas que continúan estando disponibles esté o no el hombre con quien una vez compartimos las maravillas del mundo. El amor sigue estando ahí, esté o no esa persona, tu capacidad de amar y sonreír sigue estando ahí… la familia también sigue estando ahí, y por último, lo principal, lo más importante también sigue estando ahí a tu disposición para que seas feliz y disfrutes de la vida: tú misma.
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